Mucho se habla de los nuevos tiempos y de los cambios que este virus ha producido en la sociedad y me asustan, me asusta la nueva normalidad o que nos acostumbremos a ella. Me da miedo que se normalice el no poder estrechar una mano, no poder abrazar y besar a los padres, familiares, amigos, compañeros de trabajo, no compartir un mate o después del partidito de futbol semanal no tomar entre todos una cerveza, una gaseosa o simplemente un agua, pasándose la botella de mano en mano. De a poco nos vamos acostumbrando, hace unos años los apasionados por el futbol hacíamos marchas porque sin hinchada no se jugaba, sin embargo, despacito, nos fueron alejando y ya ahora nadie cuestiona que no haya hinchas visitantes en las canchas y nos conformamos con poder verlo por televisión y lo mismo ha pasado con otros temas.
El coronavirus no me causa temor, lo que me intranquiliza es la progresiva injerencia del estado en la vida cotidiana de los ciudadanos y en sus libertades y derechos individuales, como ya se vio con otras cosas, despacito, despacito…….
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